Y continúo en el punto apasionante que lo dejé la vez pasada...
Una vez empiezas a comer… ya sin sentirte pegajosa, algo
extraño se percibe, siento una extraña presencia, sí, un pequeño picor y un
zumbido. Eso lo dice todo, pLutos mosquitos de los coYones, ya está, se han
dado el festín y sin ensuciar ni una pLuta sartén. Mi rico momento de disfrute
se diluye y como no vivo tranquila compartiendo mesa con mosquitos decido subir
a mi cuarto a rociarme del líquido antimosquitos que huele a fregasuelos, pero
ya muy segura desprendiendo tal hedor, me bajo renovada y feliz a la cocina.
Cuando vuelvo a entrar… tengo visita, Mota intentando saltar y alcanzar mi comida,
y bueno, aunque ya ha crecido, no alcanza, pero eso no le preocupa en absoluto,
tiene los ricos pies de su amada amiga para devorarlos y mordisquearlos a
placer. Le regaño y en tono muy convincente le digo “MOTA, NO, ESO NO” (todo
ello agarrando a Mota tumbadita en el suelo para que no se mueva), paro, me
vuelvo a sentar y ahí vuelve otra vez a morderme. Resignación y solo me queda
rezar que algún compa venga para que los mordiscos se repartan entre hermanos.
Los macarrones ya están fríos pero da igual, muero de hambre, y frio o caliente
soy una excelente chef. Bien, termino de comer, si hay alguien más (casi
siempre alguien merodea con monchis por la cocina) un poquito de sobremesa, y
¿ya me voy a descansar o a hacer otra cosa? No, para nada de nada, hay que
fregar lo sucio como buena moza. Antes de nada te dispones con una cucharita a
retirar del friegaplatos, y más concretamente del desagüe los restos de lo que fueron las 3 comidas
precedentes a la tuya; intuyo que fueron una ensalada cesar, el guacamole que
me unió a la mesa contra mi voluntad y arroz.
Muy dispuesta ya de hacer la buena acción del día (limpiar un cuchillo
que yo no ensucié) me avalanzo sobre el fregadero pero algo me detiene con una
hostia, mi cabeza, la estantería y el ansia por dejar ya todo limpio nunca
fueron compatibles. Bien lastimada sigo con mi tarea, y como sigo siendo buena
moza, dejo todo reluciente, incluido ese cuchillo que yo no manché. Dejo todo
secándose me seco las manitas con la toalla más sobada de la historia y listo.
Sales de la cocina, sientes liberación, tienes el estómago
lleno, cuatro picaduras más, un chichón y ya descargaste un chingo de
adrenalina, genial… ya estoy deseando que llegue la cena!!