Tengo que comentaros que la vida en GDL es de lo más
chingona. La gente si bien nos ha recibido con los brazos abiertos, nosotros no
podíamos llegar de otra forma, sería... ¿cómo explicarlo?, sería de pendejos no más.
El sábado
pasado estuvimos en una fiesta a la que nos invitó Carmen, una chica española que
ya hoy regresó para España. Allí estuvimos hasta tarde tomando algunos
improvisados cócteles de lo más suculentos; los que más triunfaron son los que
incluían kiwi licuado, una delicatesen, yo no dejaría de probarlo, que los
kiwis en España solo son conocidos por sus efectos “José Coronado” o ahorita “Carmen
Machi” y creerme que sirven para más.
Pero todo llega su fin, y si la bebida se acaba y los
establecimientos dejan de vender alcohol a cierta hora, pues acá se va a “La
Penca” un hipermercado a más de 30
minutos del centro de Guadalajara a recargar provisiones donde va todo el mundo.
Fuimos en el escarabajito de Beto, de copi Vachy, y luego atrás Kyle y yo, la
ida sin sobresaltos, pero a la vuelta hicimos la de la empujada, el coche no
arrancaba y un buen hombre nos tuvo que ayudar.
Una vez de regreso, bailes
(salsa, merengue y un infiltrado single de “Vaca-Pollo” interpretado por Sara)
hicieron el resto para terminar la
genial velada de Carmen.
El domingo, después de dormir sin límite de hora, ya que
nadie ni nada nos esperaba, decidimos irnos al centro de la ciudad donde había
un festival y tocaban varios grupos. Después de hacer una especie de merienda
de chelas (cervecitas) en casa de Carmen, ya nos fuimos al festival. Una vez en
la cola para entrar, escuchamos los gritos de “¡Damas y niños por aquí!”, y
claro nosotras obedientes a la poli allí fuimos. A las damas registro de
bolsos, pero a los pobres hombres… una cola interminable para que los policía
uno a uno y contra la pared les cacheen
como criminales, en serio, acojonaba bastante. Luego el concierto estuvo padre
pero como casi todas las tardes y con más razón del huracán/tormenta tropical,
empezó el diluvio universal y claro… tocó desalojar.
El lunes, ya estábamos pendientes de la llegada de Hugo, era
por la tarde/noche pero ya teníamos ganas de que llegara, así que por la mañana
no hicimos más que platicar con los geniales de nuestros roomies; es cierto,
somos un grupo variopinto pero está muy pero que muy bien. A medio día llegó otro alemán a la casa, un
nuevo güerito (extranjero) que se llama Eric, y por la tarde nos fuimos a
pasear hasta el supermercado para acompañarle y de paso comprar unos pimientos
y comida que necesitábamos. Como ese día había que esperar a Huguito, no íbamos
a salir, así que invitamos a tomar algo a casa a unos amigos mexicanos Beto y
Buba, a Sara y a otros compis españoles
Iván y Dani. Como ya era la hora, las tripas empezaban a rugir con fuerza y por
fin Hugo había ya llegado, entre cerveza y cerveza cocinamos una tortilla española.
Para corrobora que nos había quedado simplemente deliciosa, pedimos al chef
Manuel Salcido (un similar a Arguiñano pero de acá) que hiciera la cata, y para
disfrute propio y también de nuestros huéspedes nos la aprobó y dijo que estaba
muy rica. Después acabamos platicando de
todo un poco en nuestro porche particular, ¿y sabéis que? me dijeron los mexicanos
que parecía una tapatía (gente de Guadalajara), cosa que me hizo ilusión aunque
en realidad fuera un vacile más de los que se traen, pero orgullosa estoy de
por un segundo haberme sentido tapatía, sí sí, una breve pero gran experiencia
con la que poder irme a dormir.
Y bueno, hoy han pasado algunas cosas bastante interesantes,
pero como todavía no puedo confirmar las totales buenas noticias… mejor lo dejo
para la próxima jugosa entrada.
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